Érase una vez José Bono, un albaceteño psoecialista, cristiano y medio calvo que después de diecinueve años como Presidente de Castilla-La Mancha fue elegido democráticamente a dedo por Rodríguez Zapatero como Ministro de Guerra o, como se dice en estos tiempos de eufemismos que disimulan infamias, Ministro de Defensa.
Érase otra vez el mismo albaceteño psoecialista, cristiano y medio calvo que, dos años después de asumir el cargo, decide dejarlo para salvar su matrimonio (misión paradójica donde las haya, por cierto). Delante de mil y un micrófonos aseguraba retirarse de la política para dedicar más tiempo a su familia.
Érase de nuevo este mismo albaceteño psoecialista, cristiano y medio calvo que, seis meses después de anunciar tal cosa, volvía para ser nombrado Presidente del Congreso de los Diputados tras superar alguna que otra dificultad en la votación. El sufragio estuvo cerca del naufragio, pero el chiste no llegó a buen puerto.
Érase otra vez el mismo albaceteño psoecialista, cristiano y medio calvo que, dos años después de asumir el cargo, decide dejarlo para salvar su matrimonio (misión paradójica donde las haya, por cierto). Delante de mil y un micrófonos aseguraba retirarse de la política para dedicar más tiempo a su familia.
Érase de nuevo este mismo albaceteño psoecialista, cristiano y medio calvo que, seis meses después de anunciar tal cosa, volvía para ser nombrado Presidente del Congreso de los Diputados tras superar alguna que otra dificultad en la votación. El sufragio estuvo cerca del naufragio, pero el chiste no llegó a buen puerto.
Érase al fin un señor de Albacete con ganas de presentarse a la Alcaldía de Madrid, un cristiano que no comulga con esos señores vestidos de batman que se sientan muy a la derecha de Dios, un psoecialista peleado con medio partido y, lo más importante, un apuesto manchego dispuesto a dejarse crecer el flequillo a sus 58 años: toda una hazaña. Sólo un tipo con semejante poder es capaz de decidir el momento en que su pelo ha de volver a ese lugar que un día abandonó sin decir adiós.
En el Siglo XXI la sociedad media acomodada ha bajado la cabeza tras comprobar cómo a los políticos no sólo no se les cae el pelo por lo que hacen o dejan de hacer, sino que además les crece. No sé cuántos siglos necesitaremos para asimilar tanta crueldad. Nos reíamos de Berlusconi y mira tú por dónde le han salido imitadores hasta en Albacete.
Este intento de piocabanillarse, berlusconiarse o como diablos se le quiera llamar no es más que el fruto a recoger de esta política moderna. No podemos tener un Presidente del Congreso medio calvo, hostias, que somos españoles y los medio calvos son feos, cabrones y además, nadie les toma en serio. Importa una mierda que en sólo dos años como Ministro de Guerra de un Gobierno de derecha moderada se diese un caprichito innecesario de cien helicópteros o aumentase el número de cojones y coños bien puestos en Afganistán. José se ha levantado con el guapo subido, y cualquiera le protesta nada ahora. Bonico es.
José es capaz de hacer Maravillas, pero sólo cuando sus camaradas se lo permiten. Mientras el país se ve envuelto en una gripe económica de caballo, este aparentemente inofensivo retaquito de flequillo graso se preocupa por poner una plaquita a una monja cuya labor no conoce ni Cristo ni la madre que la fundó. Este Bono es el mítico y clásico antihéroe, hostias: si le dan una medalla por cumplir lo prometido en el programa electoral, la rechaza, y si pide una plaquita nadie le hace caso. Este tipo tiene algo que me causa simpatía. Já.
A veces aparece el Bono albaceteño, medio calvo y por qué no, puede que también el cristiano, para afirmar que la política está estancada. Algo de razón tendrá ahora que ETA atenta de nuevo en una Euskadi que sufre la tutela de ANV en más de cuarenta ayuntamientos. Eso sí, luego aparece el Bono psoecialista que, en uno de esos ratitos que salivaba su flequillo con la punta de los dedos, se le pasó mirar al cielo justo cuando pasaban unos aviones destino Guantánamo. Lástima. Pero mira que está guapo el jodío.
A veces aparece el Bono albaceteño, medio calvo y por qué no, puede que también el cristiano, para afirmar que la política está estancada. Algo de razón tendrá ahora que ETA atenta de nuevo en una Euskadi que sufre la tutela de ANV en más de cuarenta ayuntamientos. Eso sí, luego aparece el Bono psoecialista que, en uno de esos ratitos que salivaba su flequillo con la punta de los dedos, se le pasó mirar al cielo justo cuando pasaban unos aviones destino Guantánamo. Lástima. Pero mira que está guapo el jodío.
Parece que, después de algunos años, muchos y muchas necesitan un cambio de aires. Y si no, fíjense en nuestra hoy celebrada Constitución. Entre copita y copita no estaría de más darle algún que otro retoque, seguro que le queda la mar de bien.
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