lunes, 2 de marzo de 2009

Hasta luego, Pepe

Galicia caníbal. El viernes una pareja amiga mía cenó en un restaurante galego. Lo pasó bien, comió mejor y bebió cosa fina. Esa misma noche, en otro restaurante galego situado a solamente dos cuadras de mi casa, encontraban asesinada a una mujer. Digo yo que habrá mejores formas de hacer un sinpa.

Ayer sábado el país galego vivió la jornada de reflexión antes de sus comicios. Feijoó, Touriño, Quintana. El mismo perro con distinto collar, o la misma mierda con distinto nombre, ustedes eligen. Seguramente la mejor manera de reflexionar sea follando. Yo no practico porque estoy enamorado de una mujer que sí practica, pero con otro. Seguramente la segunda mejor manera de reflexionar sea comiendo, así que anoche me fui a cenar con mis amigos de clases de catalá. Gente de mi Chile querido, de Venezuela, de Méjico, de Argentina, de Colombia e incluso de Lleida. Aprovechando el tirón de lo galego, nos apuntamos al Costa Galega de Passeig de Gràcia. No hubo heridos a pesar de la excesiva cuenta.

Lo vasco no está tan de moda, y eso que hoy viven unas elecciones que son tan importantes como ilegítimas. En España las elecciones carecen de buena salud democrática: ustedes ya sabrán que los votos no valen igual para todas las siglas. En Euskadi no sólo hay siglas que valen más que otras: algunas ni siquiera tienen permiso para jugar a esto que denominamos democracia y que en realidad no es siquiera un simulador de esta. Euskadi tiene la oportunidad de acabar con casi treinta años de la ultraderecha más rancia y católica que allí desgobierna.

¿Lo bueno de la alternativa? La pureza que hay en la sabrosa y sugerente mezcla de un López Lehendakari. ¿Lo malo? El partido al que pertenece. El giro no es tan significativo como debiera: de la derecha nacionalista vasca a la derecha del márketing proespañolista. Entre ambas ramas se encuentra Patxi López y el discurso más inteligente y necesario para la Euskadi de hoy. Lástima que se le vaya toda la fuerza por la boca cuando practica esas necias e hipócritas tácticas disuasorias de esta nueva corriente humorística a la que se han abrazado nuestros políticos de hoy. La política es al humor lo que Drenthe al fútbol: cuando se juntan, algo chirría.

Pero les voy a decir algo. Realmente me importa muy poco lo que pase en Galicia o en Euskadi. Me interesa, sí, pero me importa muy poco. Mejor dicho, me importa una mierda. El día se levantó gris y en pocas horas se puso negro. Este país se ha quedado un poquito más huérfano de lo que estaba. La política va por un lado y decide todo excepto los sentimientos de la gente. Para esto ya trabaja la Cultura. Cuando un país pierde la vida de alguien que ha dedicado parte de su tiempo a hacer pensar al respetable, lo mejor que se puede hacer es mantener viva y activamente su memoria. Si no se consigue, la cojera va a mayores y la calidad humana de quienes habitan el país dejará mucho que desear.

Se puede hacer pensar de muchas formas al público. La más inteligente, a la vez que la más efectiva, es siempre a través del humor. El teatro, el escenario y el monólogo en nuestro país se llaman Pepe. El humor se apellida Rubianes. Si hay algo que esté acabando con la dignidad y la libertad del individuo en España, esto es el cáncer de lo políticamente correcto. No ha sido este cáncer sino otro el que nos ha robado a un tipo tan necesario como Pepe Rubianes. Su pérdida es una más, sí, pero también significa un enorme paso atrás para las corrientes de pensamiento que tan mal hemos tratado históricamente en nuestro país.

El sentido común necesita ejercitarse como cualquier otro músculo. El sistema político, establecido en lo políticamente correcto, ha conseguido ablandar la mente, el alma y el sentido crítico y constructivo de miles de españoles. Años atrás, Albert Plá grabó un disco de nanas para adultos. Rompió con todo lo que había hecho hasta entonces. Cuando una periodista le preguntó el por qué del cambio, Albert respondió que si la gente no quiere despertar, lo mejor será dormirla del todo. Mucha gente ahí fuera anda dormida. Las calles están llenas de zombis. El pueblo no necesita más corrección. Son los políticos quienes tienen que adoptar las posturas y las maneras del pueblo, no al contrario.
Lo políticamente correcto nos convierte en completos inútiles y en perfectas marionetas para el sistema. Gobierne quien nos gobierne no hay sitio para el conformismo, y en eso andábamos metidos Pepe y su público.

Recomiendo al personal que busque en Youtube algunos vídeos de este hombre. Especialmente sus monólogos, incluso sus entrevistas con Andreu Buenafuente. Quienes tengan amigos a los que admiran y quieren, que se miren estas entrevistas porque sus cómplices sonrisas atraviesan la pantalla hasta contagiarnos.

Naturalmente siempre habrá personas que no quieran pensar ni ver más allá de lo inmediato. Siempre habrá gente que se considere feliz e incluso superior sin la necesidad de escuchar a tipos como Rubianes. No lo siento por ellos, así como tampoco lo siento por los que odian, ni por los sectarios, ni por quienes se dejan manipular, ni por los que se quedan con la primera versión que les interesa, ni siquiera por los rígidos que sólo caminan en una dirección alejada del sentido del humor.

España necesita a toda esa gente que hace y dice lo posible por romper con los esquemas de la doble moral. El individuo más libre necesita a esos personajes que nos gritan a la cara -con todo el humor del mundo- esas cosas que necesitamos escuchar por incómodas que sean.
A Pepe, que le quiten lo bailao y lo reío. A nosotros nos queda su recuerdo y su obra, la misma que hace de España un país infinitamente mejor. Y sí, Pepe, los que no quieren pensar ni reír ni contigo ni sin ti, que se metan su España pobre y aburrida por el culo.