domingo, 18 de enero de 2009

Sol de Invierno


Ha sido un otoño (o un invierno) realmente frío, frío de cojones, tan frío como corto. Y digo ha sido porque esta mañana, amigos, el sol ha vuelto a hacer acto de presencia en el cielo de Barcelona. Y ya era hora, joder. Esta coletilla inocente y del tres al cuarto suena rara –a la par que cursi- viniendo de un auténtico amante del frío, lo sé, pero ya es imparable e inamovible.

Y es que cuando hace tantísimo frío el tiempo parece congelarse, que no detenerse. Me explico: Uno se abriga antes de salir a la calle ya sea para ir a clase, comprar el pan o darse un simple y merecido garbeo por l´Eixample. Te tapas la cabeza, el cuello, las orejas, los pies y las manos para tratar de sobrevivir ahí fuera. En menos de diez minutos pasas de tener los hombros encogidos y los sesos fuera de cobertura a sufrir el calor inhumano que desprende cada una de las almas que habitan la línea azul del Metro, esa misma que se aventura hacia la tierra prometida de Cornellà.

Podríamos decir medio en serio que así han ido pasando los días de otoño (o de invierno) entre trabajos puntuales y mal pagados, risas intensas y llenas de sinceridad, cervezas impagables y paseos por el Raval, descubrimientos de certezas, absurdas prisas para ideas mejores o peores, nuevas emociones con nuevas caras, frío.. y más frío.

Hasta ahora me levantaba escuchando al Herrera (mis amigos Francino y Losantos me tienen aburrido en tiempos de crisis, qué le vamos a hacer). Hoy no me despertaron el maullido de Celso ni el típico repelús del pie a bajo cero, tampoco el despertador pese a lo claro y conciso de su único cometido. Esta mañana fue el sol quien se coló entre mis cortinas para azotarme la jeta sin piedad.

Oiga, cómo cambia el despertar mi amigo Lorenzo. No hay zapatillas de casa que valgan. El radiador está apagado, buena señal. El suelo no parece muy frío, mejor señal aún. Algo está pasando. Corro la cortina y ¡zasca! Ahí está, radiante, dándome la buena nueva y los buenos días.
Nada de ondasceros ni tertulias ni pollas en vinagre. Qué mejor que un temazo de La Excepción para tirarse de lleno al día, a las clases, a las risas, al estrés de lo elegido, al gustazo de lo que se presenta sin preguntar. Ni falta que hace, carajo.

Compro el diario y compruebo que luz del sol ha llegado también al Real Madrid, un club que siempre merece perder pero con un Presidente de verdad, si es que este existe y no es otra utopía como la de encontrarnos a Paquirrín currando en un laboratorio de células madre o a Mayor Oreja vestido de butano en Guantánamo y acribillado a balazos por no intentar escaparse.
Según afirma un numeroso grupo de personas con gafas, el sol nos aporta vitaminas. En mi caso, al menos esta mañana, me dotó de unas tremendas ganas de sonreír ante lo que podría haber sido un gran día si Israel hubiese anunciado un alto al fuego real y sin condiciones, si en los informativos no se hubiese hablado de la crisis o si Esperanza Aguirre hubiese anunciado su retirada de la política. Lástima que al final el día se nubló. Al menos, el Barça ha vuelto a barrer en eso de la pelota. No me dirán ustedes que este tal Guardiola no es un sol.

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