lunes, 19 de enero de 2009

La cajita de la bailarina


Debo confesarles algo. Seguro que a partir de ahora nadie volverá a leer ningún artículo del abajo firmante. Pero debo hacerlo. Es un pensamiento que lleva rondando días en mi cabeza y no me lo puedo callar por más tiempo. Hasta ahora he conseguido ignorarlo, pero ya no aguanto. Tengo que declararles que hay una palabra que me apasiona. Un término que me quita el sueño. Y ese no es otro que tutú.

Todo comenzó una tarde lluviosa de otoño...
Yo esperaba el último tren con destino a Madrid en un andén de la estación de Valladolid. Las manecillas de mi reloj marcaban las siete y veinte. A lo lejos, una luz encendía la oscuridad para avisarme de la llegada del convoy. Subí al tren y busqué mi asiento. Enfrente de mi butaca, una niña jugaba con una cajita de madera. Era blanca, aunque compartía su espacio con unos diminutos círculos de color rojo. La pequeña estaba impaciente y lo demostraba con sus vivos ojos verdes. Su madre, que la acompañaba, le había pedido que no abriera la caja hasta las siete y media. Mientras, ella aguardaba nerviosa y con gesto adusto un guiño de aprobación.

Por fin llegó el momento. La niña venció la tapa y absorta descubrió el interior de la cajita. Una estilizada bailarina giraba sobre si misma al compás de una melodía. Entonces fue cuando la pequeña preguntó “Mamá ¿por qué lleva esa falda la muñeca?” “Porque la necesita para bailar. Y no es una falda Soraya, es un tutú”.

Desde ese instante no he podido olvidarla. Jamás pensé que me volvería a encontrar con ella. Que nuestros caminos de nuevo se cruzarían. Sin embargo así ha sido. Además, está igual que siempre. Dócil con su corta y vaporosa personalidad. Juguetona fuera de la elegante figura de sus amigas. Aunque los años no pasan en balde. Ahora, por el contrario, su reciente aparición parece que no le ha beneficiado. La descubrí este domingo en un reportaje de un dominical. Sus pies inconfundibles, calzan una infancia vestida de ballet. Y sobre todo, unas falanges llenas de oposición en el empeine izquierdo.

Al principio me costó reconocerla, acostumbrado a verla en otras pistas de baile custodiadas por dos porteros disfrazados de leones.
Y es que ella no ha dejado de rugir desde el 9 de marzo de 2008. Así se lo recomendó el líder de los domadores populares, experto en dar latigazos al Ejecutivo. El problema es que Soraya no ha aprendido aún el baile contemporáneo y continúa enfrascada en el clásico. Con sus últimas fotografías ha querido pasar de la inocencia a la insinuación, y le ha faltado naturalidad. Pues lo único que ha provocado son críticas.

Su profesor Mariano en Génova, ha intentado con sus declaraciones secar la pista para que la niña no vuelva a resbalarse. Pese a ello, la mopa de la rectificación no le ha servido para mucho, el suelo de la opinión pública ya andaba demasiado mojado.
Durante esta semana, seguro que ya nadie se acuerda de las fotos, y menos aún, de la historia de una niña que quiso dedicarse a la danza. Es cierto, al final cambió de escenario y no lo consiguió. Sin embargo, si que logró algo: tener la mano derecha erguida, como la bailarina.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Otra pequeña maravilla. ¿Donde están los que otorgan premios a artículos perdidos en un blog? ¡Ah!, que no se han inventado esos premios... Pues alguien tenía que hacerlo.

P.D.: Antes de lanzarlo al ciberespacio ese, sigue siendo necesario releerlo y corregir la ortografía. De nada.

Anónimo dijo...

No se quien es E.M. pero tiene toda la razón: el premio llegará más pronto que tarde. Ánimo y a escribir el de Obama ( que ya toca )

Anónimo dijo...

Ya se puede borrar la P.D. de mi comentario de más arriba. Ahora ha quedado más perfecto aún, si cabe.

Maldo dijo...

Muy creativo si se señor! ^^,