miércoles, 28 de enero de 2009

No puedo ir a Marte, pero tengo mi Blackberry Storm


Hace unos días encontré en un recorte de prensa, una columna de un señor que hablaba sobre lo que se pensaba que sería el presente, visto desde el pasado, y lo que ha sido. Rascacielos imposibles, coches voladores, autopistas en lugar de calles, trajes de papel de aluminio, viajes a la Luna,… El hombre, según se manifestaba en su artículo, se sentía estafado. De profesión arquitecto, de niño soñaba con ser un millonario diseñador de estaciones espaciales rotatorias al más puro estilo “2001, una odisea del espacio”. Pero el 2001 pasó y, ocho años después, la simple idea de lanzar algo al espacio sigue siendo una cuestión tan extraordinariamente complicada como lo era, o más, hace cuarenta años. No tenemos coches que leviten, ni comemos pastillas de colores con sabor a las especies animales que suponíamos extinguidas, como las gallinas o el cerdo, y tampoco practicamos el sexo con una bola pasándola entre nuestras manos, como vivos en la imprescindible cinta de Woody Allen. El futuro que soñaba este arquitecto cuando leía aquellas predicciones que gustaban hacer las revistas de antaño, no se ha alcanzado. A vista de un ciudadano de los años sesenta… este futuro es algo más que una decepción, es un churro mojao.


Yo recuerdo que cuando cambiamos de siglo hace poco (les recuerdo que el cambio fue del 2000 al 2001), escribí dos pequeños textos, uno la tarde de Nochevieja y otro en Año Nuevo. Allí analicé, con mi limitada capacidad de narrativa (lucía unos tiernos 15 años) lo que este hombre planteaba en su columna de un periódico de tirada nacional. Atravesamos el 2000, que era la cifra del futuro y ni se tardaban 15 minutos en llegar de Londres a Nueva York (tardaba yo más entonces en llegar al instituo, y estaba en el mismo pueblo) ni había bases en Marte, ni tampoco teníamos un bonito hotel Hilton en órbita desde donde relajarse viendo la curvatura de la Tierra, y ni siquiera había robots que te atendieran amablemente en los bares. Alguien nos había estafado.

Puede que la culpa de todo la tenga el cine. Blade Runner nos enseñó una Tierra oscura, contaminada, cosmopolita, evolucionada,… pero ni las grandes lenguas se han unido, ni llueve todo el tiempo, y mucho menos existen replicantes. 2001 ha sido la que más nos ha timado. ¿Que en el 2001 íbamos a poder ir al espacio? Ahora cualquiera que sepa algo de la situación espacial actual, se puede revolcar por el suelo de la risa al plantearle una misión tripulada a Júpiter, como vemos en la película. Aquellas bellas imágenes de las naves pululando por la órbita terrestre a ritmo de “El Danubio Azul” nos engañaron descaradamente. El futuro, querido ingeniero, no ha llegado.

¿O sí?

Ayer llegué a Madrid sentado junto a un chico asiático (lo siento, no pude determinar si era coreano o de otro país de la zona) que llevaba un teléfono de última generación de pantalla táctil, por el cual primero vio una película y después se puso a jugar a un videojuego con unos gráficos sencillamente espectaculares. Yo no me quedaba corto, vi la precuela de la séptima temporada de la serie 24 en mi MacBook Pro e hice algunas llamadas a Miami desde mi Blackberry. Después, cuando llegué a la ciudad, me metí bajo tierra y en el metro llegué en unos minutos a mi casa, que permanecía calentita gracias al gas natural que es traído de dios sabe donde por gaseoductos intercontinentales. Hablé antes de acostarme por videoconferencia con unos amigos, que estaban a cientos de kilómetros y comentamos la situación de Gaza, algo que se encuentra a miles de kilómetros. Y hace un instante he visto el anuncio de un coche que reconoce las señales de tráfico, las líneas blancas de la calzada, qué tipo de suelo por el que circula, y hasta se adelanta a situaciones de peligro y toma el control de la conducción… Y es que aunque tal vez no tenga un billete para el siguiente vuelo a la base Clavius de la Luna, o una robot sexy que me provea de placer sexual desinteresadamente cuando yo se lo ordene, sí creo que hemos alcanzado en cierto modo el futuro que ese arquitecto creía que se no había escapado.

De hecho, desde hace una semana, vivimos en un futuro más futuro que nunca. El proclamado hombre más poderoso del mundo es un negro. El problema es que aunque nos parece increíble y estamos sorprendidos, no nos ha cogido sin estar preparados. Llevamos viendo en el cine, y en la ficción en general, a presidentes de los Estados Unidos negros muchos años. La serie 24, que ya he nombrado antes, muestra a dos presidentes negros en su historia, o en la película Deep Impact, donde tenemos a Morgan Freeman como carismático presidente que se tiene que enfrentar al final de la especie humana. Por eso, no nos sorprende tanto el que Obama sea el hombre más poderoso del planeta, es algo que ya hemos visto.

De igual modo, ocurre que impresionados por los efectos especiales y por las ocurrencias de las películas y novelas de ciencia ficción, no nos damos cuenta de que hemos alcanzado el futuro. Vivimos en un mundo altamente globalizado, cualquiera puede estar conectado con quien quiera. Con un compañero de este blog, un día, estando él en Chile, le dije que si no se había dado cuenta de que estábamos hablando con un océano inmenso de por medio. Él se rió. Y es que en ocasiones nos impresionamos de lo que hemos logrado, pero no es lo habitual. Damos por normales tantas cosas, como los móviles, internet, el Tuenti, youtube, el Blue-ray, los pendrives, los puentes aéreos, lo asimilamos tan pronto que pasa a nuestra realidad cotidiana y perdemos la capacidad de impresionarnos.

Hoy en día se suceden sin repercusión mediática increíbles avances médicos, o científicos, o incluso sociales. Nos hemos subido a un tren del que esperamos todo aunque no sepamos qué es ese todo. Vamos al médico esperando que nos cure lo que tenemos, sea lo que sea, y si la respuesta no es la que nos gustaría, es cuando nos sorprendemos: ¿es que no tiene cura?, ¿no hay otro tratamiento? Nos enfadamos cuando falla internet y se nos cae la conexión. Maldecimos a la compañía de turno… y hasta parece que se nos para el mundo. Sin internet estamos peor que sin agua caliente. Es cierto, ¿o no? Y si no hay cobertura en un monte perdido de la mano de dios, más de lo mismo, nos sentimos desprotegidos, indefensos, perdidos: “¿Y si me caigo y me parto una pierna y una costilla aquí, quién va a llamar a una ambulancia?”, o “¿y si me llama Maripuri y estoy aquí sin cobertura?, lo mismo se piensa que no se lo quiero coger”,… Estamos atrapados en el futuro y no nos hemos dado cuenta.

No nos han estafado, simplemente nos lo han vendido tan bien que ni nos hemos percatado que lo hemos comprado todo: el iPhone, la TDT, el mp4 (esto ya no se usa, el móvil tiene mp3, mp4, mp5,…), el Parrot del coche, la microSD de 16 gigas para la cámara, el ratón inalámbrico para navegar estando tumbados en la cama, la lavadora silenciosa que incluso hasta absorbe el ruido de la casa, el aire acondicionado camuflado en un cuadro de Monet que nos envuelve con el aroma de sus girasoles, el sistema vía satélite de vigilancia del jardín que nos avisa si los niños se salen sin nuestro permiso a jugar fuera, el BookAir para cuando estamos una reunión y queremos vacilar de portátil ultrafino, el coche que mueve sus faros de xenón solos para no deslumbrar al que viene de frente, la tarjeta de la Seguridad Social de Andalucía, las compras por eBay o en La Casa del Libro,…

Viendo como estamos, yo no tengo prisas por que llegue el futuro de Gattaca ni el de Dark City, aunque no me importaría darme un viaje por la baja órbita de la Tierra… ¡Anda, si eso ya es posible! Virgin Galactic, empresa de Richard Branson, comercializará en breve el turismo espacial, junto a otros empresarios de igual calaña. Así que… ¡Vaya, qué corte, estamos en el futuro y nosotros en Babia cazando!



sábado, 24 de enero de 2009

Noche de viento, día de mierda


La noche de ayer anunciaba lo malo de la mañana de hoy. Fui al cine para ver la nueva de Sam Mendes, Revolutionary Road. Otra historia que podía estar bien (cuenta con una sublime Kate Winslet , pero también con ese petardo infame llamado Leonardo DiCaprio) y que se desvanece a medida que avanza hasta alcanzar el típico final insostenible. Otra historia del Hollywood inmerso en la peor crisis narrativa de su historia

Al salir del cine, el viento como protagonista. Y de momento lo sigue siendo.

Cuatro de la madrugada. Las puertas del balcón de mi habitación se abren de par en par. Me levanto y cierro. Cuatro y veinticinco de la madrugada. Las puertas del balcón de mi habitación vuelven a abrirse de par en par. Me levanto jodido y cierro. Cinco y diez de la madrugada. Las puertas del balcón de mi habitación se abren una vez más de par en par. Me levanto refunfuñando y cierro. Seis menos veinte de la madrugada. Las puertas del balcón de mi habitación se abren, oh, qué sorpresa, de par en par. Me levanto, maldigo a Dios (probablemente no existe, pero esta noche está dando un por culo que no veas) y cierro. Seis y cinco de la mañana. Las puertas del balcón de mi habitación se abren misteriosamente de par en par. Me levanto, pongo el grito en el cielo mientras mi vena de la indignación está a punto de ceder y reventar. Y naturalmente, cierro. Siete de la mañana, las puertas del balcón de mi habitación se abren y me despierto para siempre.

No hay nada que hacer. Me ducho, me visto y me dirijo al Metro por Sardenya. Bajo la Sagrada Famìlia, la odisea. El viento sopla tan fuerte que inmoviliza a un tipo que carga con poco más de cien kilos en sus nutridas carnes y una cartera que viaja tres metros por detrás. Las grúas que construyen (a su ritmo) la catedral de Gaudí se mueven de forma un tanto violenta y provocan en mí, al mirarlas desde abajo, algo parecido al vértigo pero con los pies en la tierra. El zoom de mi ojo actúa a toda velocidad y el foco se disloca. Cuando por fin consigo entrar en la boca del Metro, me siento tan cansado que mi culo se desploma sobre las escaleras. Mis piernas exhaustas y la cabeza a punto de explotar. Llego a clase y tardo en recuperarme.

Cuatro horas después, al volver a casa, dos árboles han caído en Mallorca con Marina, aunque parece no haber destrozos. Nada que ver con la grada de la pista que ha matado a cuatro niños en la otra punta de la ciudad. Mi cabeza no reacciona como suele hacerlo y el cansancio provocado por las distintas facetas diabólicas del viento me hace tocar fondo. Los fantasmas asoman al presente pero ellos no saben que tengo una receta contra ellos: las palabras de Millás en su doblemente premiada El Mundo, que me sirven de cimientos para construir allá donde yacen solares inhóspitos.

Que un niñato andaluz medio mantenido en Catalunya hable de desesperación y angustia se puede considerar poco menos que insultante al contemplar lo que acontece en Gaza desde semanas atrás y cuando este carece de la legítima rabia que sienten los realmente afectados por las catástrofes que provocan el clima y las guerras. Ojalá el viento barriese toda la barbarie que azota tantas partes de un mundo cuya realidad no conocemos ni la milésima parte.

Mientras tanto, tendré que conformarme con que el viento se lleve algunos de mis recuerdos más amargos e inmediatos como, por ejemplo, Revolutionary Road, con el permiso de Kate Winslet, una de las mejores y más bellas actrices del cine presente. Y si el viento quiere llevarse algo más, que me avise y se lo dejo en la puerta.

lunes, 19 de enero de 2009

La cajita de la bailarina


Debo confesarles algo. Seguro que a partir de ahora nadie volverá a leer ningún artículo del abajo firmante. Pero debo hacerlo. Es un pensamiento que lleva rondando días en mi cabeza y no me lo puedo callar por más tiempo. Hasta ahora he conseguido ignorarlo, pero ya no aguanto. Tengo que declararles que hay una palabra que me apasiona. Un término que me quita el sueño. Y ese no es otro que tutú.

Todo comenzó una tarde lluviosa de otoño...
Yo esperaba el último tren con destino a Madrid en un andén de la estación de Valladolid. Las manecillas de mi reloj marcaban las siete y veinte. A lo lejos, una luz encendía la oscuridad para avisarme de la llegada del convoy. Subí al tren y busqué mi asiento. Enfrente de mi butaca, una niña jugaba con una cajita de madera. Era blanca, aunque compartía su espacio con unos diminutos círculos de color rojo. La pequeña estaba impaciente y lo demostraba con sus vivos ojos verdes. Su madre, que la acompañaba, le había pedido que no abriera la caja hasta las siete y media. Mientras, ella aguardaba nerviosa y con gesto adusto un guiño de aprobación.

Por fin llegó el momento. La niña venció la tapa y absorta descubrió el interior de la cajita. Una estilizada bailarina giraba sobre si misma al compás de una melodía. Entonces fue cuando la pequeña preguntó “Mamá ¿por qué lleva esa falda la muñeca?” “Porque la necesita para bailar. Y no es una falda Soraya, es un tutú”.

Desde ese instante no he podido olvidarla. Jamás pensé que me volvería a encontrar con ella. Que nuestros caminos de nuevo se cruzarían. Sin embargo así ha sido. Además, está igual que siempre. Dócil con su corta y vaporosa personalidad. Juguetona fuera de la elegante figura de sus amigas. Aunque los años no pasan en balde. Ahora, por el contrario, su reciente aparición parece que no le ha beneficiado. La descubrí este domingo en un reportaje de un dominical. Sus pies inconfundibles, calzan una infancia vestida de ballet. Y sobre todo, unas falanges llenas de oposición en el empeine izquierdo.

Al principio me costó reconocerla, acostumbrado a verla en otras pistas de baile custodiadas por dos porteros disfrazados de leones.
Y es que ella no ha dejado de rugir desde el 9 de marzo de 2008. Así se lo recomendó el líder de los domadores populares, experto en dar latigazos al Ejecutivo. El problema es que Soraya no ha aprendido aún el baile contemporáneo y continúa enfrascada en el clásico. Con sus últimas fotografías ha querido pasar de la inocencia a la insinuación, y le ha faltado naturalidad. Pues lo único que ha provocado son críticas.

Su profesor Mariano en Génova, ha intentado con sus declaraciones secar la pista para que la niña no vuelva a resbalarse. Pese a ello, la mopa de la rectificación no le ha servido para mucho, el suelo de la opinión pública ya andaba demasiado mojado.
Durante esta semana, seguro que ya nadie se acuerda de las fotos, y menos aún, de la historia de una niña que quiso dedicarse a la danza. Es cierto, al final cambió de escenario y no lo consiguió. Sin embargo, si que logró algo: tener la mano derecha erguida, como la bailarina.

domingo, 18 de enero de 2009

Sol de Invierno


Ha sido un otoño (o un invierno) realmente frío, frío de cojones, tan frío como corto. Y digo ha sido porque esta mañana, amigos, el sol ha vuelto a hacer acto de presencia en el cielo de Barcelona. Y ya era hora, joder. Esta coletilla inocente y del tres al cuarto suena rara –a la par que cursi- viniendo de un auténtico amante del frío, lo sé, pero ya es imparable e inamovible.

Y es que cuando hace tantísimo frío el tiempo parece congelarse, que no detenerse. Me explico: Uno se abriga antes de salir a la calle ya sea para ir a clase, comprar el pan o darse un simple y merecido garbeo por l´Eixample. Te tapas la cabeza, el cuello, las orejas, los pies y las manos para tratar de sobrevivir ahí fuera. En menos de diez minutos pasas de tener los hombros encogidos y los sesos fuera de cobertura a sufrir el calor inhumano que desprende cada una de las almas que habitan la línea azul del Metro, esa misma que se aventura hacia la tierra prometida de Cornellà.

Podríamos decir medio en serio que así han ido pasando los días de otoño (o de invierno) entre trabajos puntuales y mal pagados, risas intensas y llenas de sinceridad, cervezas impagables y paseos por el Raval, descubrimientos de certezas, absurdas prisas para ideas mejores o peores, nuevas emociones con nuevas caras, frío.. y más frío.

Hasta ahora me levantaba escuchando al Herrera (mis amigos Francino y Losantos me tienen aburrido en tiempos de crisis, qué le vamos a hacer). Hoy no me despertaron el maullido de Celso ni el típico repelús del pie a bajo cero, tampoco el despertador pese a lo claro y conciso de su único cometido. Esta mañana fue el sol quien se coló entre mis cortinas para azotarme la jeta sin piedad.

Oiga, cómo cambia el despertar mi amigo Lorenzo. No hay zapatillas de casa que valgan. El radiador está apagado, buena señal. El suelo no parece muy frío, mejor señal aún. Algo está pasando. Corro la cortina y ¡zasca! Ahí está, radiante, dándome la buena nueva y los buenos días.
Nada de ondasceros ni tertulias ni pollas en vinagre. Qué mejor que un temazo de La Excepción para tirarse de lleno al día, a las clases, a las risas, al estrés de lo elegido, al gustazo de lo que se presenta sin preguntar. Ni falta que hace, carajo.

Compro el diario y compruebo que luz del sol ha llegado también al Real Madrid, un club que siempre merece perder pero con un Presidente de verdad, si es que este existe y no es otra utopía como la de encontrarnos a Paquirrín currando en un laboratorio de células madre o a Mayor Oreja vestido de butano en Guantánamo y acribillado a balazos por no intentar escaparse.
Según afirma un numeroso grupo de personas con gafas, el sol nos aporta vitaminas. En mi caso, al menos esta mañana, me dotó de unas tremendas ganas de sonreír ante lo que podría haber sido un gran día si Israel hubiese anunciado un alto al fuego real y sin condiciones, si en los informativos no se hubiese hablado de la crisis o si Esperanza Aguirre hubiese anunciado su retirada de la política. Lástima que al final el día se nubló. Al menos, el Barça ha vuelto a barrer en eso de la pelota. No me dirán ustedes que este tal Guardiola no es un sol.

lunes, 12 de enero de 2009

Rompiendo la piñata

Veinte días han pasado ya. Veinte días, desde que muchos españoles asistimos a su cumpleaños. Aunque en esta ocasión la verdad, que quede entre nosotros, la fiesta ha sido un poquito más sosa. Además, este hombre tiene siempre la extraña manía de quitarse años en su aniversario. Y al final siempre se queda en cero. En realidad ya debe rondar al menos los veinte siglos, pero ojo, se conserva muy bien. Eso de que algunos digan que existe y otros que no, le viene genial para el cutis.Eso sí, no puedo revelarles su nombre por temas de seguridad. Pues hay un tal rey Herodes que aún lo anda buscando. Lo que si les puedo adelantar, es que responde al seudónimo de Mesías.

Este individuo lo tiene todo muy clarito, no se crean. Ya sabía de pequeño lo que quería ser de mayor: periodista. E incluso donde quería trabajar: en la radio. Con aquello de que tiene que difundir su mensaje, pensó que la radio sería el mejor medio. Que es el más rápido, y sobre todo, el más creíble.
El problema es que ciertos compañeros de profesión critican su falta de naturalidad. De hecho, hay quien va más allá y comenta que desde el principio todo lo tiene guionizado. Y que existe una especie de voz en off, que desde arriba le chiva palabra por palabra, obra por obra, y milagro por milagro.

Sin embargo, esta temporada no está siendo muy buena. El programa pierde audiencia y para colmo la cadena le ha encomendado una nueva misión. Fundar una sección que responda de verdad a la llamada de los oyentes. Una sección que se llamará algo así como el crisisanismo o crisisabismo. Aún no lo tienen cerrado…

También, como la gran mayoría esta Navidad, se ha dado cuenta del enorme agujero que tiene en el bolsillo. En el Portal, las cosas no andan igual que siempre. Su padre, San José, no deja de coger números cada mañana en el INEM. Ya no se venden pisos y por lo tanto, tampoco se compran muebles. Así que, sobran los carpinteros. Su madre, la Virgen María, se queja de la escasa flexibilidad laboral del mercado. Y mira que ella ha pasado por diferentes puestos de trabajo y departamentos .Y sino recuerden: trabajó en el Hospital cuando fue Virgen de los Dolores y hasta en un Centro de Fertilidad cuando fue Virgen la Concepción.

Hasta en la mesa la familia ha notado la actual situación. En nochevieja por ejemplo, y pese al cariño que le tenían, han tenido que sacrificar a la mula para poder llevarse algo a la boca. Y es que esta Navidad los pobres pastorcillos no se han estirado mucho con los regalos. Más bien, han predominado los caganers, para maldecir a las ovejas negras de los bancos.

Mientras, el Mesías ha visto como en su emisora no ha dejado de sonar el mismo villancico durante toda la Navidad. Ese, que al ritmo de Ere, Ere, no dejar de echar a trabajadores a la calle. Aunque él en los informativos ha estado muy atento a lo que pasaba fuera de nuestras fronteras. Las bombas y las alarmas no eran efectos sonoros. Sino el sonido de la tragedia en la Franja de Gaza.

Quizá el rey Baltasar se está retrasando demasiado este año, a la espera de tomar posesión de su trono en Estados Unidos. Esperemos que mire pronto al cielo y se guié por la estrella fugaz hacia Oriente. Porque ya está bien de romper tanta piñata.

domingo, 11 de enero de 2009

(Parece que) Lo mismo da

En el siglo XXI
parece que
lo mismo da
escapar de la crisis
sin falda y a lo faja,
padecer de cistitis
o de bombas en Gaza.

(En el siglo XXI
parece que)
Lo mismo da
un motín en Barajas,
Álvarez que Zapatero,
España en rebajas
y jodiendo bajo cero.

(En el siglo XXI
parece que)
Lo mismo da
Cristiano que Ronaldo,
Florentino que Calderón
para ponerlos a caldo
si sale barato el perdón.

(En el siglo XXI
parece que)
Lo mismo da
Azpurúa que Aginako,
Legorburu que Zurrano,
Justicia tira a saco
y nos corta la mano.

(En el siglo XXI
parece que)
Lo mismo da
Estado Israelí,
Hitler y secuaces
sin pedigrí
de todo capaces.

(En el Siglo XXI
parece que)
Lo mismo da
Ultras que Boixos,
Reds, latinkings,
Locales y Mossos,
pijas que pilinguis.

(En el siglo XXI
parece que)
Lo mismo da
verdades a medias
que mentiras enteras,
mirar la wikipedia
o páginas pajeras.

(En el siglo XXI
parece que)
Lo mismo da
el Obama que la Clinton,
el burguer que la soda,
póngame un quinto
con tapa y no me joda.

(En el siglo XXI
parece que)
Lo mismo da
doñasofía que Enrique,
Tardá que Borbón,
país moderno en el dique
seco, mardito mojón.

(En el siglo XXI
parece que)
Lo mismo da
Gepeto que Pinocho
si poco se mueve
del dos mil ocho
en el nueve.

miércoles, 7 de enero de 2009

Ya está bien



Hay quienes aún siguen ondeando la bandera del victimismo en Israel, quienes se creen dueños de todo el dolor acumulado por la Humanidad, aquellos que han sido mártires de los mayores crímenes de la Historia. Y tienen razón. El genocidio Nazi fue la más reciente de sus pesadillas… le precedieron muchas, sí. Y todos, hoy, compartimos la carga de haber sido descendientes, más cercanos o menos, de algún asesino de judíos. Pero no por ello, cargamos con sus culpas. De igual modo, ningún descendiente de las víctimas de los innombrables crímenes cometidos contra el judaísmo, debería cargar con el odio del pasado y el rencor acumulado. Si eso fuera aceptable, estaríamos hablando de un ojo por ojo hasta la eternidad. La Humanidad ha tenido tantos conflictos, tantos enfrentamientos, que da igual su origen, si nos tuviéramos que odiar y vengar eternamente, la raza humana se extinguiría en cuestión de horas.


En España, a pesar de que nos gustaría que hubiera más justicia histórica, hemos sabido pasar página (al menos públicamente) y seguir adelante. Porque, ¿ustedes verían justo que un nieto de un combatiente republicano fuera a pedirle cuentas al nieto de un soldado nacional? Es absurdo. Sin embargo, una minoría de judíos (porque evidentemente no son todos) cree que el planeta entero le debe a su pueblo mucho más que una disculpa. Y eso, miren, no.

El conflicto palestino-israelí es muy complejo y confuso… y según la mayoría de la humanidad, carente de sentido. Sin embargo, hay dos pueblos peleándose, uno poderoso y el otro algo menos poderoso (detecten la ironía). Los palestinos están en una situación extrema (para ir a por agua han de pasar controles israelíes, para ir a las escuelas han de pasar controles israelíes, para ir a trabajar han de pasar controles israelíes, para ir a… controles israelíes) y se encuentran desesperados en muchos casos. Por ello, y como bien puede entender cualquier ser humano, ante la desesperación… sólo queda la violencia (porque aunque estemos en un mundo supuestamente civilizado y controlado por la razón y el derecho… cuando se está acorralado… sólo nos queda el matar por sobrevivir). De ahí nace Hamás, los llamados terroristas de Gaza, que atacan suelo israelí con morteros y armas similares. Israel, país poderoso, devuelve los ataques de la única manera que haría un país del primer mundo: bombardeando con cazas o con tanques a civiles inocentes.

Hace poco, escuché a alguien decir que Israel aguantaba mucho y que los “terroristas” no paran de tocar las pelotas atacando a diario… Y que era legítima la respuesta de Israel arremetiendo salvajemente contra la población… Incluso escuché que los palestinos se lo habían buscado. ¡Oiga, no! ¿Cómo que se lo han buscado? Los ataques “terroristas” de Palestina en Gaza persiguen un único fin: que es recuperar el país que se le está siendo arrebatado desde hace mucho tiempo por Israel. Ese terrorismo, permítanme decirlo, podría estar más que justificado.

Lo que no tiene justificación alguna es ocupar un país y maltratar al pueblo que vive allí. La comunidad internacional, ya sean organismos oficiales, no gubernamentales o periodistas, son testigos de la situación que allí se está viviendo. Los militares israelíes entran en los pueblos y buscan a todo varón que por su edad sea potencialmente un terrorista… es decir, hasta los chavales de 14 años son “arrestados”. Y escribo esta palabra entre comillas porque su uso recae sobre algo legal, que es lo que pretende hacer ver Israel, cuando en realidad la palabra correcta sería secuestrar.

Pero cuando esta situación es denunciada, aparece el victimismo del genocidio… No hace mucho, tal vez un año, el Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, Miguel Ángel Moratinos, junto al Ejecutivo, manifestó su repulsa hacia ciertos actos cometidos por el estado de Israel… Media hora tardó el Partido Popular en acusar al Gobierno de antisemita. Como diría Trillo, “manda huevos”. Y esto me lleva a mi entrada anterior, donde escribí unas palabras que han ofendido a una amiga mía judía. No llamé nazis a los judíos, sino que acusé a Israel de una actitud nazi (y me remito al muro de vergüenza que han construido para delimitar la frontera que se han inventado). Porque, poseyendo el pasado que poseen, deberían ser más sensibles a la hora de, por ejemplo, bombardear escuelas, como hicieron hace escasamente 24 horas.

El estado de Israel, debería replantearse su situación. Por un lado, adecuar las respuestas, y atacar objetivos estratégicos únicamente, minimizando los daños colaterales sobre civiles. Eso, si no hace lo que tendrían que hacer, que es darse media vuelta y retirarse del suelo palestino ocupado ilegítimamente, y dejar a su población en paz.

Ya veremos cómo sigue esta historia que, gracias a la presión internacional, parece que de momento entra en estado de tregua...



martes, 6 de enero de 2009

El sonotone popular

La Navidad desarrolla las papilas gustativas. Y sino, que se lo pregunten a quienes antes de estas fechas disponían de un hermoso valle en su tripa, y ahora albergan una pronunciada cumbre. También fomenta el sentido del tacto, cuando los billetes pasan de mano en mano con el único propósito de rozar un poquito más el consumismo. E incluso a los políticos españoles, las Pascuas les agudiza el oído. Aunque no a todos.

En el PP por ejemplo a algunos, tanto calentar el sillón de la presidencia les está provocando problemas de sordera. Ya le avisaron los votantes el pasado 9 de marzo cuando el Partido Popular volvió a perder las elecciones generales.

Entonces en Génova parecían no enterarse de los datos entre el graznido de tanta gaviota popular. Y hoy, las encuestas reflejan, que a pesar del zumbido de la crisis, los ciudadanos están más familiarizados con la melodía de los socialistas. Concretamente con su director de orquesta, el presidente Rodríguez Zapatero.

Sin embargo Rajoy aún no se ha percatado de la enorme diferencia que existe entre oír y escuchar. El gallego no advierte ninguna molestia en el tímpano, y tampoco confirma que le ha entrado agua. Mientras, los números señalan como el líder del PP no deja de sacudir su cabeza a la paja coja, para intentar desatascar el enorme tapón que sufre su valoración. Además el jefe de la oposición, está muy pendiente de que funcionen bien las glándulas ceruminosas del partido, pues aquí lo importante es que ningún agente extraño entre hasta la cavidad Ejecutiva. El mismo se encarga de emplear el bastoncillo del poder cuando aguerridamente o aguirredamente alguien busca penetrar hasta el interior.

Pero el mayor problema que padece el PP continúa siendo la falta de audición. Rajoy no percibe que no se puede renovar un partido, sin tocar la cabeza visible del mismo. Todavía permanece con las orejeras puestas, pues sabe que su candidatura para el 2012 está cogiendo en la actualidad mucho frío. Por ello, el líder de la oposición deberá preparar una buena campaña, sino aspira a que el PSOE se burle en junio de su Oreja de sopillo.

El 1 de Marzo tendrá su primera prueba con Nuñez Feijóo y Antonio Basagoiti en Galicia y el País Vasco. Será el momento de comenzar a avivar el fuego de su electorado y prepararlo para las europeas. Puesto que Europa se va a convertir en un altavoz de lo que ocurra en el futuro incierto del máximo dirigente del PP.

En una comunidad, cierta presidenta y cierto alcalde ya se están ajustando el sonotone para escuchar fielmente lo que acontezca de aquí a julio. Por eso, Rajoy deberá estar muy atento al oído interno de su partido, que al fin y al cabo es el encargado de mantener el equilibro. A ver si se descuida y le mojan la oreja. Porque aquí da igual, si la plaza es madrileña, valenciana o belga, lo importante es cortar y llevarse algo.