Que la vida sea pura ironía, ya no es noticia. Tampoco lo es que la vida sea jodidamente sarcástica. Que la mujer que amas duerma con otro hombre es una historia contada mil y una veces en libros, películas y series de entretenimiento y humor. Lo cierto es que, naturalmente, ninguna de esas representaciones se acerca lo más mínimo a un dolor de carácter tan marcadamente hiperrealista.
La cara de tonto que al imbécil de turno se le queda es apoteósica. Catedrales como las de Santiago de Compostela o Jaén quedan reducidas a la nada ante el monumental gesto de estupidez que queda plasmado en el rostro del sujeto vencido.
Pero hablemos de cosas importantes, y no de lo que uno siente.
Esta semana han cumplido años dos personas a las que me debo demasiado, tanto a escala emocional como intelectual.
La primera (y la más importante) se llama Natasa Kleanthous. Su delicioso nombre, a muchos de ustedes, no les dirá demasiado. A otros seguro que sí. Hace veintitrés años nacía esta princesa en una pequeña isla del Mediterráneo, concretamente en la misma que Afrodita. Es por eso que hoy se celebra el día de los enamorados, y no al revés. Quienes estamos enamorados de la vida, lo estamos gracias a personas como ella, así que tenemos un excelente motivo para sonreir. Esta morenaza de Farmakás continúa en pie de guerra, ahora desde Birmingham y con su corazón latiendo por alguna esquina de Caracas. Yo tuve la suerte de compartir un mismo techo con ella durante los cinco meses más cortos de mi vida. Los más cortos, y los más intensos. Y los más reales.
Si el mundo fuese minimamente justo todo el mundo debería tener el derecho de, al menos una vez en la vida, mirarla sonreír. Pero el mundo no es como debería, y no me pidan pruebas. Y si no me creen, prueben a abrir una ventana al mundo y asomar durante un ratito la nariz. Comprobarán que algo huele a podrido, y no sólo en la Casa Blanca, sino mucho más cerca.
Por suerte me basta con recordar una sola mirada de Natasa para sobrevivir a cualquiera de las más de cien mentiras que salen de ciertas bocas llenas de tantísima crueldad. Una crueldad tan injusta como intolerable, tan angustiosa como indeseable. Está claro que no todo el mundo puede decir aquello de esta boca es mía.
Otro tipo que además de poder presumir de boca, cumple años, es un tal Joaquín Ramón Martínez Sabina. Y no cumple veintitrés, sino algunos más. Cincuenta y diez, que diría él. O como cantaría su primo el Nano, fa vint anys que dic que fa vint anys que tinc vint anys. Este tipejo no nació en ninguna isla, sino en un pueblecito cerca del mío. Y estudió internado en el mismo colegio que mi padre y mi tío, aunque algunos cursos por encima de estos.
La vida no deja de regalarnos personajes hechos de carne y hueso. Y con buena mala leche, en el mejor de los casos. Descubrimos a estos personajes para que más tarde podamos descubrirnos a nosotros mismos. Con algunos de estos personajes tienes la suerte de cruzar millares de palabras hasta reconocerte tú mismo en sus ojos. Con otros personajes, necesitas mucho menos. O mucho más, según se mire.
Joaquín Sabina es mi tío. Natasa Kleanthous mi hermana. Y ninguno de ellos, les aseguro, tiene relación sanguínea con mi padre o mi madre. Ambos se presentaron un día en casa sin preguntarme.
El primero (pero no por ello el más importante) trajo un saco enorme de poesía cargada de sabiduría, de ironía, de sarcasmo, de buena mala hostia, de contradicción, de risa y de llanto. Le pedí que me hablara con toda libertad, incluso le permití que en ocasiones asumiera el rol del psicólogo. Diecisiete años después de nuestra primera cita en formato cassette, nos queremos como el primer día. Menuda mierda de expresión. No, no es lógica. Ni siquiera se ajusta a la realidad. En la práctica, nos queremos mucho más.
Puede que nos hayamos cruzado una docena de veces, siempre en sus recitales poéticos -musicados o no-. He de ser justo: casi nunca ha salido de mí la idea de quedar. La única vez que fui a su casa, él andaba por nuestros Buenos Aires querido. Pero él sabe bien que se lo perdono todo, incluso votar Zapatero con la nariz tapada. Andaba visitando a sus sobrinos y admiradores que le siguen al otro lado del charco. Si algo tiene mi tío Joaquín, es que le gusta cuidar a los suyos.
Últimamente sólo sé de su estado de ánimo lo que deja escrito en una carta que coloca semanal y sutilmente entre unos pezones photoshopeados y las palabras de un tipo sabio que responde al apellido de Millás. Sé también de mi tío por un amigo en común, un tal Panchito, que anda liado con nuevos textos para su siguiente obra. Tenéis que saberlo: la industria va a un ritmo, pero Joaquín va a su bola. Él hace lo que le gusta. Escribe, canta y vive sin más prisa que el de un tipo que quiere conocer más cosas. La inspiración llega cuando tienen que llegar, nunca antes. Pero a él le gusta que le pille trabajando. Las prisas sobre el papel, cosa de novatos.
Natasa llegó a mi vida hace menos tiempo, pero se ha hecho con un hueco mucho más grande que el que puede presumir mi tío Joaquín. En sólo tres años ha conseguido hacerse con un título en solitario: es la única mujer en la que creo. Porque habla no sólo con el corazón, también lo hace con la piel. Cuando mi vida y la de mi hermano Jose (que tampoco es hijo de mis padres) estaban llenas de la tristeza y el vacío que deja la marcha de alguien querido, apareció ella con sus casi veinte añitos y unas maletas gigantes, rebosantes de ropa e inocencia, para salvarnos la risa y devolvernos las ganas de tener ganas.
Esta hermanita chipriota llegó para quedarse. Y todavía no se ha ido. Sigue aquí, en la habitación de al lado. Me conoce mejor que mucha gente con la que he crecido, y le basta con escucharme decir hola para saber cómo estoy ese día. Y eso que no me escucha, sólo me lee. Eso sí es tiki-taka, Salinas.
Es una bendición poder ser tan capullo si con ello puedo conservar en el corazón a una mujer como Natasa, capaz de darle sentido a todo esto sin más arma que una carcajada. No hay dinero para pagar todo lo aprendido junto a una maestra de menor edad y mayor madurez que uno mismo. Del mismo modo, es un lujo poder calentarme el alma con la voz genuina de Joaquín, capaz de rimar y adjetivar aquellas emociones que yo siquiera alcanzo a descifrar. Es lluvia de Abril adoptar como tío a un banderillero lo suficientemente valiente para atreverse a traspasar el corazón desde la nuca sin más arma que la poesía, siempre tan cargada de futuro.
La cara de tonto que al imbécil de turno se le queda es apoteósica. Catedrales como las de Santiago de Compostela o Jaén quedan reducidas a la nada ante el monumental gesto de estupidez que queda plasmado en el rostro del sujeto vencido.
Pero hablemos de cosas importantes, y no de lo que uno siente.
Esta semana han cumplido años dos personas a las que me debo demasiado, tanto a escala emocional como intelectual.
La primera (y la más importante) se llama Natasa Kleanthous. Su delicioso nombre, a muchos de ustedes, no les dirá demasiado. A otros seguro que sí. Hace veintitrés años nacía esta princesa en una pequeña isla del Mediterráneo, concretamente en la misma que Afrodita. Es por eso que hoy se celebra el día de los enamorados, y no al revés. Quienes estamos enamorados de la vida, lo estamos gracias a personas como ella, así que tenemos un excelente motivo para sonreir. Esta morenaza de Farmakás continúa en pie de guerra, ahora desde Birmingham y con su corazón latiendo por alguna esquina de Caracas. Yo tuve la suerte de compartir un mismo techo con ella durante los cinco meses más cortos de mi vida. Los más cortos, y los más intensos. Y los más reales.
Si el mundo fuese minimamente justo todo el mundo debería tener el derecho de, al menos una vez en la vida, mirarla sonreír. Pero el mundo no es como debería, y no me pidan pruebas. Y si no me creen, prueben a abrir una ventana al mundo y asomar durante un ratito la nariz. Comprobarán que algo huele a podrido, y no sólo en la Casa Blanca, sino mucho más cerca.
Por suerte me basta con recordar una sola mirada de Natasa para sobrevivir a cualquiera de las más de cien mentiras que salen de ciertas bocas llenas de tantísima crueldad. Una crueldad tan injusta como intolerable, tan angustiosa como indeseable. Está claro que no todo el mundo puede decir aquello de esta boca es mía.
Otro tipo que además de poder presumir de boca, cumple años, es un tal Joaquín Ramón Martínez Sabina. Y no cumple veintitrés, sino algunos más. Cincuenta y diez, que diría él. O como cantaría su primo el Nano, fa vint anys que dic que fa vint anys que tinc vint anys. Este tipejo no nació en ninguna isla, sino en un pueblecito cerca del mío. Y estudió internado en el mismo colegio que mi padre y mi tío, aunque algunos cursos por encima de estos.
La vida no deja de regalarnos personajes hechos de carne y hueso. Y con buena mala leche, en el mejor de los casos. Descubrimos a estos personajes para que más tarde podamos descubrirnos a nosotros mismos. Con algunos de estos personajes tienes la suerte de cruzar millares de palabras hasta reconocerte tú mismo en sus ojos. Con otros personajes, necesitas mucho menos. O mucho más, según se mire.
Joaquín Sabina es mi tío. Natasa Kleanthous mi hermana. Y ninguno de ellos, les aseguro, tiene relación sanguínea con mi padre o mi madre. Ambos se presentaron un día en casa sin preguntarme.
El primero (pero no por ello el más importante) trajo un saco enorme de poesía cargada de sabiduría, de ironía, de sarcasmo, de buena mala hostia, de contradicción, de risa y de llanto. Le pedí que me hablara con toda libertad, incluso le permití que en ocasiones asumiera el rol del psicólogo. Diecisiete años después de nuestra primera cita en formato cassette, nos queremos como el primer día. Menuda mierda de expresión. No, no es lógica. Ni siquiera se ajusta a la realidad. En la práctica, nos queremos mucho más.
Puede que nos hayamos cruzado una docena de veces, siempre en sus recitales poéticos -musicados o no-. He de ser justo: casi nunca ha salido de mí la idea de quedar. La única vez que fui a su casa, él andaba por nuestros Buenos Aires querido. Pero él sabe bien que se lo perdono todo, incluso votar Zapatero con la nariz tapada. Andaba visitando a sus sobrinos y admiradores que le siguen al otro lado del charco. Si algo tiene mi tío Joaquín, es que le gusta cuidar a los suyos.
Últimamente sólo sé de su estado de ánimo lo que deja escrito en una carta que coloca semanal y sutilmente entre unos pezones photoshopeados y las palabras de un tipo sabio que responde al apellido de Millás. Sé también de mi tío por un amigo en común, un tal Panchito, que anda liado con nuevos textos para su siguiente obra. Tenéis que saberlo: la industria va a un ritmo, pero Joaquín va a su bola. Él hace lo que le gusta. Escribe, canta y vive sin más prisa que el de un tipo que quiere conocer más cosas. La inspiración llega cuando tienen que llegar, nunca antes. Pero a él le gusta que le pille trabajando. Las prisas sobre el papel, cosa de novatos.
Natasa llegó a mi vida hace menos tiempo, pero se ha hecho con un hueco mucho más grande que el que puede presumir mi tío Joaquín. En sólo tres años ha conseguido hacerse con un título en solitario: es la única mujer en la que creo. Porque habla no sólo con el corazón, también lo hace con la piel. Cuando mi vida y la de mi hermano Jose (que tampoco es hijo de mis padres) estaban llenas de la tristeza y el vacío que deja la marcha de alguien querido, apareció ella con sus casi veinte añitos y unas maletas gigantes, rebosantes de ropa e inocencia, para salvarnos la risa y devolvernos las ganas de tener ganas.
Esta hermanita chipriota llegó para quedarse. Y todavía no se ha ido. Sigue aquí, en la habitación de al lado. Me conoce mejor que mucha gente con la que he crecido, y le basta con escucharme decir hola para saber cómo estoy ese día. Y eso que no me escucha, sólo me lee. Eso sí es tiki-taka, Salinas.
Es una bendición poder ser tan capullo si con ello puedo conservar en el corazón a una mujer como Natasa, capaz de darle sentido a todo esto sin más arma que una carcajada. No hay dinero para pagar todo lo aprendido junto a una maestra de menor edad y mayor madurez que uno mismo. Del mismo modo, es un lujo poder calentarme el alma con la voz genuina de Joaquín, capaz de rimar y adjetivar aquellas emociones que yo siquiera alcanzo a descifrar. Es lluvia de Abril adoptar como tío a un banderillero lo suficientemente valiente para atreverse a traspasar el corazón desde la nuca sin más arma que la poesía, siempre tan cargada de futuro.
Y que cumplan muchos más, aunque sólo sea por el bien de mi salud.
2 comentarios:
mi dia termino con la sorpresa mas grande! con las parablas mas bellas que ha ecrito por mi un amigo! estoy llorando y te lojuro no puedo parar!
que pena que vivimos un poco lejos,que no te tengo aqui cerca para abrazar te y decir te que te quiero mucho, de lo afortunada que soy de tener te como amigo!
no sabia que el maestro Sabina nacio el mismo mes que yo, dos dias antes de mi fecha!...Juanjo me quedo sin palabras...gracias gracias gracias!!!! te quieroooo tantooooooooooooooo! de verdad...cree me
Yo, aunque como bien sabes soy muy despistada para los eventos, para otras cosas pongo todos los sentidos...como por ejemplo encontrar un anuncio de piso donde se alquilan habitaciones y se regala amistad sincera.
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